Cambiando la vida.
Lucas 5:36-38.
Nadie quita un pedazo de tela de una prenda nueva y la usa para remendar una prenda vieja; pues la prenda nueva se arruinaría y el remiendo nuevo no haría juego con la prenda vieja.
Probablemente has escuchado la expresión "meter dinero bueno al malo" y sepa que tiene como objetivo evitar el error de seguir comprometiendo recursos para un proyecto o plan que claramente no está dando los resultados esperados. Cuántas veces nos topamos con ello en nuestra vida diaria. Parece que queremos gastar nuestra energía en cosas que no tienen los resultados esperados. Cuando tomamos conciencia de cómo afrontamos los problemas cotidianos, vivimos nuestra vida pensando y actuando de la misma manera. Dios nos restauró, nos perdonó; debemos vivir y experimentar su gracia. La gracia de Dios nos llena de bendiciones; Él sabe las grandes riquezas que encontrará en nosotros, las grandes cosas que podemos hacer. Jesús dice en Juan 15:5: El que permanece en mí, como yo permanezco en él, lleva mucho fruto. Es una promesa que es una bendición para todos los que recibimos el Espíritu Santo en nuestras vidas. Sí, conocemos esta promesa porque amamos una vida llena de recursos para nuestra familia, iglesia, trabajo y problemas personales. Jesús, mirando muchos lugares de nuestra vida, nos ofreció una nueva forma de vida. Reemplace la prenda dañada por una nueva. Apocalipsis 21. "Y el que estaba sentado en el trono dijo: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas." Esta palabra cubre toda nuestra vida, qué alegría compartirías con los que te aman, si lograras cambiar tu trabajo por el mejor, si compraste la casa de tus padres o el auto que siempre quisiste. Es la misma alegría que experimentan tu esposa, tus hijos y tu comunidad cuando miras a ese nuevo hombre dentro de ti. Quien dejó de resolver sus problemas y los enfrentó con valentía. Para permanecer irreprensibles en nuestras vidas, debemos incluir tres momentos de intimidad espiritual con Dios. Oración, ayuno y meditación: a través de estas acciones podemos evitar la recurrencia de los problemas cotidianos. Cada uno trae sus propios desafíos, desafíos para cada uno de nosotros. ¿Crees que alguna de estas tres disciplinas nos resulta fácil? A veces nos sentimos mejor mentalmente porque practicamos uno de los tres de forma constante y no es difícil volver a hacerlo. La práctica extensiva en estas áreas se debe a la debilidad. No por nuestro poder. Podemos medir nuestra energía siguiendo estas reglas y observar quién es más eficaz al seguirlas; Esto nos permite participar en temas en los que no somos muy buenos y por tanto no nos gustan. En los deportes, los jugadores practican aquello en lo que no son buenos y convierten esa debilidad en una fortaleza en la práctica del juego. Lo mismo ocurre con la forma en que vivimos nuestra vida espiritual. Cada vez que avanzamos en estas acciones, nos damos cuenta del sentido de compromiso que permite al alma unirse con Dios y experimentar su gracia y su amor. Esto conduce a una nueva forma de unión divina con Dios. La voluntad de Dios sólo puede hacerse si actuamos para estar preparados para encontrarnos con Él. La obediencia es el resultado de la fe y de nuestra conexión con Dios. Con esto podremos cambiar nuestra tela vieja por una nueva. Obtuvimos ganancias con nuestro nuevo tejido. Jesús nos ofrece sabiduría y alegría para vivir nuestra peregrinación en este mundo. Nuestros desafíos son bendecidos y guiados por el Espíritu Santo de Dios. Si el pecado nos hace reconstruir nuestras vidas, la obra de Dios es reparar nuestra estructura. Quiero que demos un paso más hacia nuestro corazón y miremos nuestras heridas que nos permiten caminar. Estas fracturas hacen que nuestras interacciones con la familia y la comunidad sean distantes, frías, apáticas, entumecidas e infieles. Nos acostumbramos a vivir de tal manera que de nuestra vida sólo queda una sombra. Cuando en realidad hay en nosotros el deseo de convertirnos en una luz para nuestra comunidad. Lo que nos impide ser lo que Dios quiso que fuéramos. La clave para entender la bendición de Dios es entender que él avanza en su plan con personas dispuestas a recibir la bendición en su corazón. Deben estar abiertos y listos. Escuchamos demasiado de este patrón en nuestra iglesia, grupos y familias, que nos llama a caminar según los mandamientos del Dios vivo. A veces lo vemos tan lejos de nosotros o sentimos que no somos dignos de vivir en esta gracia de Dios. Me gustaría comentar que esto es tan cierto en nuestros días como lo fue con Abraham, Jeremías y Juan el Bautista. Como muchos hombres y mujeres que ayudaron al reino de Dios. Su entorno no era el mejor para vivir; Hubo dificultades, problemas y personas que no permitieron que continuara una vida fragmentada. Al igual que nosotros, experimentamos condiciones similares en nuestro entorno. Sintamos el amor sanador que nos rodea. Nuestra tela debe ser nueva; Los emplastos no sirven para nada, son como pastillas; Alivian el dolor sólo momentáneamente, pero la enfermedad continúa. Cuando dejamos que Jesús restaure nuestro tejido, tendremos amor, paz y alegría en nuestras vidas. Lo más bonito es que podemos compartir esta nueva forma de vida con los demás. Segundo Propósito: Dios nos llama a trabajar como sastres en Su reino para ayudar a las personas a diseñar un traje nuevo que les quede bien, haciendo de esta nueva forma de vestir una bendición para sus almas. Que nos vea como instrumentos de su amor. Cambiar tela vieja por nueva nos hace realizar trabajos que nunca pensamos que podríamos realizar. Pero en la mente de nuestro Dios sí lo es. Él nos eligió para ser testigos de este nuevo hombre, para que pudiéramos romper los patrones de nuestras vidas. Dejaremos que la gracia de Dios reine en nuestros hijos y en muchas generaciones venideras. Esta es la promesa que ha traspasado el tiempo y que nosotros somos testigo y deseamos que en todos se cumpla.